El bosque tiene diversos recursos que manejados adecuadamente, pueden ser rentables y beneficiosos para las poblaciones que viven a su alrededor, los productores y la población en general, así como para el propio ecosistema.
A pesar del enorme potencial del sector forestal en los países andinos, su participación en la economía aún es débil. Por un lado, las estadísticas macroeconómicas no reflejan el papel de los bosques en la obtención de alimentos, el suministro de combustible o la generación de ingresos, entre otros. Por otro lado, los países andinos aún no aprovechan el potencial de los productos forestales para mejorar sus economías debido a una inadecuada e insuficiente oferta local y a cadenas productivas poco eficientes, que tienen escaso valor agregado o que aún son incipientes y requieren fortalecerse.
Una de las formas de diversificar y agregar valor al bosque es el aprovechamiento de productos forestales no maderables como los frutos, hojas, semillas, raíces. Esto, sin embargo, se ve limitado por las variables de cantidad, calidad, precio y uniformidad de los productos, así como factores culturales y sociales asociados a estos, que no siempre son bien comprendidos, lo que no permite del todo su despegue como opción económica, sino marginal.
Los sistemas agroforestales en áreas degradadas son otra alternativa de diversificación productiva. La combinación de especies maderables con cultivos agrícolas y/o producción animal aporta en la generación de ingresos de corto, mediano y largo plazo, hace más eficiente el uso de los suelos y recupera las áreas degradadas.
De acuerdo a cifras de FAO 2014:
20%
de la población mundial depende directamente de los bosques.
1.309.000
hectáreas de plantaciones forestales se han establecido en los países de la región andina (FAO, 2015).
US$ 278 millones 
fue el valor de las exportaciones del Perú en productos de la biodiversidad en el 2103 (PROMPERU, 2014).
140.000
personas emplea en el sector forestal en la región andina.
Todas las actividades de agregación de valor generan vínculos entre diversos actores de la cadena de valor, por ejemplo, entre comunidades nativas o indígenas dueñas de las tierras, productores, comerciantes, cooperativas, empresas y autoridades locales, subnacionales y nacionales.
El Programa MFS propició innovaciones que optimizaron las relaciones existentes entre los diversos agentes de las cadenas, crearon sinergias positivas, fortalecieron las capacidades de gestión y favorecieron el flujo de información para adecuar la oferta a la demanda de los mercados. Asimismo, promovió negocios forestales que beneficiaron a las comunidades y a los pequeños y medianos productores, dependientes de los bosques.